Estudié en la I.E. Gabo todo mi bachillerato, desde grado sexto hasta grado 11. Auné durante esos años recuerdos entrañables y aprendizajes que han fungido las veces de cimientos del proyecto de persona que aún estoy construyendo. Por ahora, egresé del pregrado de periodismo de la Universidad de Antioquia en el 2020 y hoy escribo en el periódico Gente de El Colombiano.
Cuando escarbo en el pasado solo logro llegar a una idea: cuando se es estudiante de bachillerato se goza, aún en plenitud, del alma de niño y eso implica la capacidad de hallar fascinación en cosas que en ¿Qué? ¿Cinco años? se empiezan a obviar y a olvidar. Poco a poco esa capacidad de asombro se pierde y se extraña. Cuando Baudelaire habló del artista o del flaneur, resaltó esa cualidad que lo conecta con la infancia y con el amor hacia el mundo y sus pasajeros; Gabo me entregó dos herramientas que me aferran a esa búsqueda: la literatura y la amistad. El colegio, más que la recepción mutista de conocimientos, debe priorizar el descubrimiento de pasiones, las indicadas para que pelaos cómo yo o cualquiera de mis compañeros, puedan hacer belleza de sus propias vidas; la obra de la que cada quien es autor.